Este artículo fue originalmente publicado en el número 9/10 del fanzine COTARRO, de la editorial Piedra Papel Libros.
Resulta
imposible comprender qué es el neoliberalismo, sin entender que sobre
todo es un conjunto de formas de ser, pensar, actuar, aprender,
enseñar o producir sin dicotomías, ni dialécticas, ni síntesis,
cuyas racionalidades son políticas. Desde una perspectiva semiótica
no existen regímenes de signos aislados de lo político ni de lo
pragmático, tal y como en cambio mantiene la lingüística. Las
racionalidades del neoliberalismo forman una axiomática, que no
programática, basadas en el liberalismo clásico o revisiones
ulteriores, la teoría de la elección pública y las teorías
matemáticas de juegos de John Nash.
Merece
ser destacado que resulta crucial para su comprensión la idea de
proceso, que rompe con las dicotomías forma – contenido, ya que
las estructuras determinan sus funciones y procesos, así como sus
funciones determinan sus estructuras y procesos o de la misma forma,
sus procesos determinan sus estructuras o funciones.
Las
estructuras del neoliberalismo se caracterizan por poseer un fuerte
sentido jerárquico, como bien señala la teoría de sistemas que
todos los sistemas mantienen. Por más que se organizen en redes que
alternan, conectan o hibridan niveles locales y globales, poniendo en
conexión regímenes de signos, niveles y dimensiones muy dispares,
por las cuales la energia o la información circula de sus centros
neurálgicos hacia la periferia en forma de retroalimentación. Lo
cual permite al conjunto del sistema aparte de su supervivencia, la
determinación de su direccionalidad y rotas las dicotomías forma –
contenido determinar los límites propios del sistema, entendiendo
que los límites de un sistema se presentan fundamentales en su
identidad.
Las
funciones del neoliberalismo suelen ser metas basadas en ideas a modo
de fines en sí mismas, tras las cuales sólo se hallan ejercicios de poder,
estructurados en objetivos, tareas y actividades, que ya sean de
forma social o transindividual se mueven en un gradiente intensivo
entre la producción y el control de la subjetividad.
Al
contrario que en una concepción lineal y acumulativa de la historia,
el neoliberalismo no supone el abandono de ciertas lógicas, sino que
más bien como ocurre en la lógica formal estas lógicas se combinan
construyendo unas racionalidades propias.
Desde
un punto de vista procesual, el neoliberalismo, al dotar de sentido y
orden a lo real, conectando regímenes de signos y dimensiones muy
diversas, producen serios y deficientes problemas de comunicación, al
ocupar varios niveles diferentes, conectar mensajes u órdenes
contradictorias o antitéticas, siendo preciso indicar que siempre es
imposible escapar a la comunicación.
En
resumen, el neoliberalismo no es un sistema total ineludible sino
unas formas políticas de gobernanza más entre otras muchas formas.
Muchos son los retos que plantea, pero en uno de sus límites se
encuentran ciertos tipos de participación, que han comenzado a desplegarse bajo muy
diversas formas desplazando a la mera representación, entendida como
una forma pasiva de delegación y decisión. Siendo fundamental la
creación, proliferación y conexión de redes de trabajo político
con voluntad simétrica y capacidad de desbordar las racionalidades
neoliberales en todas las dimensiones, niveles y campos de la
sociedad a través de la potencia de la multitud.
Antonio Palacios
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